El Diletante Guacho Fané

En el seno del sufrimiento hallé el sendero secreto del deleite...

sábado, diciembre 30, 2006

a dos años

poco rato después de los momentos sin tregua para la espontaneidad
y tanto más antes de enfrentarse a todo lo que ella nos revela,
en un pasillo del Garrahan, el paraiso para mi morbo:
la yacencia de todas mis representaciones inocentes
de la palabra persona

en una hilera de muerte
inobjetable y extensa como puede serlo
un pasillo de hospital,
tiznada...

... y por sobre todo la búsqueda todavía respirable
de alguien que se enrosca a ese momento
serpenteando hasta alojarse para siempre
en los rincones menos fértiles de mi memoria

martes, diciembre 26, 2006

a veces es como si sintiera que cada vez es más difícil escribir aunque sea 2 lineas acerca de cualquier cosa

domingo, diciembre 24, 2006

recuerdo de un atardecer en Chascomús

En la escalera

Escalones hay
En la oscuridad,
la escalera va
bordeando el vacío;
un cuerpo cayó
allí, por el hueco:
oigo el alarido.

Silencio, estás solo
silencio, no hay nadie

Aplastándome
contra la pared
repito mi nombre;
hasta que en perdido
eco, se extravía.

Silencio, estás solo
silencio, no hay nadie

Otro cuerpo cae
se oyó otro alarido
su eco en el hueco;
mi cuerpo a tientas
en la escalera
clava sus uñas en la pared.

Silencio, estás solo
silencio, no hay nadie

(Leónidas Lamborghini, en Encontrados en la basura)

domingo, diciembre 17, 2006

para C.
la poesía, en estado de pregunta?
o mas bien señalando?
que ya es contener en ese acto todas las preguntas
desde que individualiza..
aunque más no sea algo vago
e intersubjetivo

y cuidándose, cautelosamente, de no dar ninguna respuesta definitiva

sábado, diciembre 16, 2006

Atenea y Benito

Los amantes fervientes y los sabios auteros
en su edad ya madura aman siempre a los gatos,
por ser fuertes y suaves, de su casa el orgullo,
frioleros como ellos, y también sedentarios.

Les atrae la ciencia y el placer voluptuoso,
andan tras el silencio y un horror de tinieblas;
del Érebo serían los corceles fúnebres
si su orgullo pudiera someterse a algún yugo.

Pensativos, adoptan actitudes nobles
como esfinges tendidas en total soledad,
que parecen dormir en un sueño sin fin;

centellas de magia llenan sus flancos fecundos,
y partículas de oro, como arena finísma,
vagamente constelan sus pupilas de místicos.

Ven a mi amante pecho, hermoso gato,
guarda las uñas de tus patas,
deja que pueda hundirme en tus pupilas
donde se funden ágata y metal.

Cuando acarician con fruición mis dedos
tu cabeza y tu lomo cimbreante,
y mi mano se embriaga de placer
al palpar tu cuerpo eléctrico,

me imagino estar viéndola. Sus ojos,
como los tuyos, amable fiera,
hieren, hondos y fríos, como un dardo,

y de los pies a la cabeza, un aire
muy sutil, un aroma peligroso
flotará en torno a su moreno cuerpo.


(LXVI y XXXIV de Las Flores del Mal)

miércoles, diciembre 13, 2006

"Nada" de A.P. II

La exigencia de pureza en A.P. se extendió (si no es que empezó por ahí) a la elección de palabras y temas. Como sucede en la poesía de la llamada “generación del 40”, que la precedió, la poesía de A.P. está hecha exclusivamente de términos elevados o “nobles”. En ella siempre se trata de la noche, la infancia, el amor, la muerte; nunca del café con leche, el cigarrillo, (en todo caso: la ceniza), el colectivo. Y no podían entrar elementos nuevos. El catálogo estaba cerrado desde el comienzo. Esto parecería exceso de celo en la aplicación del requisito de pureza, pero quizás encierra su propia explicación. Fíjense en lo siguiente: de un escritor del pasado podemos hacer un censo paciente, no sé con qué fin, y descubrir por ejemplo que en los cuarenta tomos de sus obras completas no aparece un solo perro, o la palabra “amarillo”, o cualquier cosa por el estilo. Lo más probable es que sea pura casualidad. A lo que voy es a esto: si ese escritor estuviera vivo, y alguien notara esa falta, y se la comunicara, el escritor en cuestión no tendría más que poner, en algún lugar de su siguiente libro, la frase “pasó un perro amarillo”, para llenar el blanco; no sé por qué tendría que hacerlo, pero supongo que lo haría, aunque más no fuera para darse el gusto, o para burlar al impertinente censista futuro. Hasta es probable que en adelante le dedicara libros enteros a los perros, y que el amarillo se volviera su color favorito. Pero todo cambia si ese autor está muerto. Entonces ya no se puede agregar nada, y la palabra que no está ya no se puede reponer nunca más, y parece afectada de un extraño tabú. Pues bien, un autor que se impone restricciones léxicas o temáticas se está adelantando a su propia muerte, al cierre de su obra. Es un modo económico, aunque incómodo, de incorporar la muerte a su obra.

En fin, como el stock es limitado, la poeta se obliga ala combinatoria de una cantidad limitada de términos. Y la combinatoria actúa sobre el horizonte de su agotamiento. ¿Cuántas “tiradas” distintas pueden salir, del puñado de figuras disponibles, albas, niñas, noches, muertes, espejos, etc?
Muchos poemas de A.P. pueden leerse en este marco; en rigor, todos; algunos, se diría que tematizan la cuestión. Vean éste, de Las Aventuras Perdidas: “El viento muere en mi herida. La noche mendiga mi sangre.” Todo el poema son seis palabras prestigiosas, y nada más: viento, muerte, herida, noche, mendiga, sangre. Recombinándolas se obtendrían varios centenares de poemas equivalentes (aun descartando “viento” y “noche” en posición verbal), y esta equivalencia se resuelve en la aniquilación de sentido, a la que parecería aludir la palabra NADA, que es justamente el título del poema. En algún caso esta recombinación es el poema mismo, como en el número 20 de Árbol de Diana: “dice que no sabe del miedo de la muerte del amor / dice que tiene miedo de la muerte del amor / dice que el amor es muerte es miedo / dice que la muerte es miedo es amor / dice que no sabe”. Aquí son cinco términos: tres “sustantivos”, muy recurrentes, “muerte, miedo, amor”, y dos verbos de enlace. Y la dinámica vuelve a ser negativa, anuladora.
Al hablar de términos “prestigiosos” o “nobles”, no quiero decir que lo sean a priori (si lo son, es sólo porque A.P. para poner en marcha el juego más rápido y con menos gasto de energía, recurre al prestigio más a mano, el de la poesía neoclásica que se estaba practicando a su alrededor por esos años): al revés, es la combinatoria la que los hace prestigiosos.
Cesar Aira, en Alejandra Pizarnik

martes, diciembre 05, 2006

qué es lo que quiso decir
sin lograrlo?
qué es lo que actuó en él
a su pesar?

en esta ciudad
en este mundo que es una fiera
cada paso que das
te condena
y nunca terminás
de abrir los ojos...

a ver si aprendes a saber desvivir
a ver si matas, de una vez,
a tu sueño romántico