El Diletante Guacho Fané

En el seno del sufrimiento hallé el sendero secreto del deleite...

martes, agosto 07, 2007

el recorrido del significante I


“en un mundo
en que los placeres son de juguetería, los dolores
no pueden ser de herrería”


de entrada, decir que no lo toma por sorpresa. a las 4 y media, Guillermo, el jefe de su sector y quien es el eslabón entre su jefe directo (la persona con la que administra sus tareas) y el gerente de RRHH (un psicópata del que ya se darán más detalles), lo llama para "conversar 2 cositas". entonces entran a una salita de reuniones y Recaudo ya casi sabe, por lo extraordinario del hecho, lo que va a decirle Guillermo y es por eso que se concentra en el impacto, en advertir algún posible derrumbe interior y en la estrategia discursiva del verdugo.
Guillermo opta por hacer jugar de titular a la palabra "prescindir" y luego pasar al desarrollo de los 2 o 3 argumentos de los que va a hacer uso desde una entonación que busca evidenciar una cierta congoja. congoja que no se deja adivinar si es nacida por la expulsión de la propia individualidad de nuestro amigo, o por la situación de despido en sí, por el hecho de tener que decirle a una persona que se queda sin trabajo. en cuanto se escucha algo así como "prescindir de tu colaboración" , Recaudo se enfoca en la demolición que no llega. es como si no acusara recibo, y mientras Guillermo se explaya minimamente, Recaudo conserva su cara de póker.


lo que le retribuía su trabajo, a esta altura, era una estabilidad, una seguridad sostenida por la solidez de la empresa, y un estancamiento. un estancamiento tanto existencial como laboral. lo esencial era cumplir con el horario, con el adecuado afeite y con los protocolos de sumisión. “el empleador” no requería más que esto. salvo en tiempos de conflicto. por lo tanto, cumplir con el trabajo era un fin perseguido con la sola pretensión de eludir eventuales responsabilidades. por la misma razón es que las herramientas a disposición se reducían a la paranoia, la desconfianza al compañero y la búsqueda de su avasallamiento. así, los asuntos laborales son enfrentados con una doble actitud constante, de defensa y de ataque, en tensión sobre los límites de procurar no ser abusado o la ambición de ser el abusador. cuando la responsabilidad de resolución de un asunto laboral recae en manos de otro, siempre se va en busca de forzar cualquier nimiedad que denote subyugación y eleve por sobre los demás: un detalle de sadismo que sea indicador de una supremacía jerárquica imaginaria.
a esto se podría sumar la construcción de lazos de hipocresía típicos, fundados sobre comunes apreciaciones estéticas superficiales, tópicos de conversación elementales, por la adhesión a normas de sociabilidad obsoletas y caretas, por la sublimación de flujos líbidinosos reprimidos, por la posibilidad abierta a la hemorragia de resentimientos en cuchicheos monologados.
algo notable y que a Recaudo le causaba cierto escalofrío cada vez que le sucedía: algunas personas lo saludaban 7 veces en el mismo día, cada vez como si no lo hubieran hecho ya, utilizando la misma frase, con la misma sonrisa plástica o la misma mirada instalada en la nada, y sin esperar respuesta alguna.

en este caso el principal ojo controlador recae sobre una persona, el gerente de RRHH, que si bien cuenta con una cantidad de reproductores mucho más endebles (pero no por eso menos serviles) a lo largo del piso de oficinas, es igualmente el que monopoliza el falo. este creativo del gerenciamiento cuenta con un compendio catalogado de lugares comunes con los cuales atacar a cada caso particular de empleado que se cruza por el pasillo, en el ascensor, en los mingitorios, haciendo uso del racismo, del machismo, de la palabra despótica siempre con la sorna a flor de piel de la soberbia que le enrojece la jeta, como si toda la sangre de su cuerpo trabajara dentro de su cráneo para moldear balas que sean disparadas certeras al orgullo del trabajador. sus mejores performances eran los rituales donde desplegaba su ironía soez ante espectadores que asistían forzándose a creer que el hostigamiento al chivo espiatorio era una demostración de simpatía por parte del jefe, de confraternalidad, y donde hasta el chivo quería pensar que no se trataba más que de un chiste, si hay complicidad!, el tipo me sonrie, apoya su mano en mi hombro!!
las miserías que se le atribuían bajo la forma de rumores sirven para seguir construyendo un personaje sobre la misma línea. el último suceso que Recaudo había tenido con él, había culminado con amenaza de despido. el motivo, con algunos insignificantes matices extras, se reduce al hecho de no llegar al trabajo con la corbata puesta.


ahora bien, los argumentos a los cuales finalmente apeló Guillermo, el jefe de sector, sin bien vacilante en su exposición, se resumen a:
- diferencias que no supimos, tanto vos como yo, subsanar
- venimos observando una evidente falta de estímulo, mas allá de que tus intereses, bueno, apuntan en otra dirección…

nada más. entonces la resultante es que buscó volcar la razón del despido en una supuesta “evidente desidia” en el desempeño del empleado. lo cierto es que la cantidad de empleados en ese lugar se justifican unicamente por los compromisos adquiridos ante el Estado. nadie trabaja más que nadie, y nadie trabaja mucho. y si acaso existe algún caso extraordinario, se trata de alguien que no es recompensado por ello. más aún, que es pisoteado y abusado por ello.
por otro lado, la filosofía de Guillermo se centra en la absorción del ruido. toda manifestación de disconformidad que desciende sobre él, la asume como una interferencia que debe ser silenciada, reprimida sin análisis o, en todo caso, con análisis resignado de sus caprichosas causalidades. un procedimiento que maneja muy bien y que siempre causa mucha diversión entre los empleados del sector, es el agotamiento previo de los reclamos: un maestro de la analogía (intentar que Recaudo cambie de actitud, es como hacerle la paja a un muerto), artesano de la retórica de la declamación, ante un suceso que requiere (obviamente, por parte de sus empleados a cargo) de soluciones que no revisten ninguna lógica, se aproxima, acapara el centro de la escena desplegando su arsenal de desopilantes comparaciones que no pueden ser más que la prueba indiscutible de su apasionado desacuerdo; y una vez que culmina su acto vuelve
a enfundarse en su oficina.
un detalle para destacar. algo que Guillermo trajo a flote en su discurso de despido, nuevamente de manera nebulosa: toda esta semana lo tenía "como un nudo en el estómago", y por eso "hoy vine a la hora que vine, viste?". bueno, ahora se deshacía de su nudo, pero lo cierto es que Recaudo no había observado en ningún momento esos rasgos de desgarramiento en su semblante. quizás estaba demasiado concentrado en algunas angustias recurrentes, demasiado entregado a la desidia…


hacía muy pocos días, el muchacho habia borroneado un
conjunto de palabritas, y otro más que, a razón de las circunstancias, cobran para él significados no contemplados a la hora de teclear:

otoño
en medio de esta plaza y yo
no soy
en camisa quien soporta el frío
aquí, es el frío de Alem

allá, Lavalle enguye el sol
la grieta:
las cosas se toman de la mano

en el recinto del sector, guillermo habita una oficina y el resto está distribuidos en escritorios comunes. después de que Recaudo saulda y se retira, guillermo sale y asume el despido ante todos. esto fue decisión mía, dice.

3 Comments:

Blogger Horacio Gris said...

muy bueno
Del relato, quien más pena me da es Guillermo...tal vez porque él ya está jugado, me lo imagino como un zombie.

9:04 a. m.  
Blogger AbrazoLasSombras said...

no creas, él vive para el barquito que disfruta los fines de semana

1:08 p. m.  
Blogger Arcángel Mirón said...

El viejo y querido Recaudo.

Abrazalo de mi parte.

5:29 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home