jueves, quien vive?
31/08/06
Habíamos descuidado un poco el plan vitalista. Pasaba sencillamente que desde hacía un tiempo lo que nos ponía contentos era lo mismo que nos tiraba. Pero si nos quedamos descansando un día en casita salen otras cosas, capaz que tropezamos en sueños con la llama violeta.
La cosa fue así: martes a la noche, facultad hasta las once, después cumpleaños de Leo, comilona, vinito, cerveza, etc... miércoles dormimos hasta las 16 y a la noche de nuevo facultad (un día cortito)
Jueves, nos levantamos bien temprano porque tenemos Filosofía a las 7. Encaramos el amanecer y hace falta empezar tranquilos: cuando Juanica y Chan Chan / en el mar cernian arena / como sacudía el jibe / a Chan Chan le daba pena
Cruzamos en bondi el puente de San Martín y miramos. Observamos todo un paisaje de azoteas, montón de cables, antenas, mucho gris y sombras que se guarecen del naciente. Vemos más. Recorremos el impacto del progreso que se deja desenrrollar como una alfombra al costado de las vías en hilera de casillas improvisadas. La lechería ha ido creciendo. Desde hace un tiempo los cartoneros son nuestros vecinos y las vías buscan presurosas el Oeste.
En la clase nos enteramos de cosas nuevas. Más que la división entre mundo inteligible y sensible, nos reconforta saber que el Diógenes de los chistes de Clarín se llama así por un filósofo cínico. Cuentan algo de ese cinismo y nos sentimos un poco en evidencia y otro poco estúpidos. Hay dos chicas lindas, pero de esas que son lindas y leves como para construirnos amores platónicos?; de esta manera se va repartiendo nuestra atención.
De la potencia al acto nos retiramos del aula y nos dirigimos al trabajo. La mañana ya está hecha y es un día luminoso. Hagamos una parada en la pizzería de la esquina de Chacarita. Ahí somos atendidos por alguien con un gorrito triangular de cafetero, pedimos un café con medialunas para tomar de parado en la barra mientras observamos a los viejos habitués del lugar iluminados por los esplendores del acero inoxidable que recubre todo el lugar. Servido nuestro café, suena hermoso el golpear del platito contra la barra inoxidable. La barra inoxidable empina su humeante feca a nuestro lado cuando nosotros pedimos una y una empezando por la de grasa.
Me parece ver que el que me atiende tiene tatuado en su antebrazo derecho una esbástica tumbera. Armo rápido una escena: el tipo es hincha de Chaca, llega todos los días a laburar bien temprano desde San Martín en el Urquiza, cruza Lacroze y al toque ya está lavando tazas y sirviendo cafes con medialunas. Una noche de excesos previa a un clásico en una casa suburbana lo encuentra exaltado, pidiéndole a un compañero un favor siniestro. "escrachame acá una ebástica que mañana lo cojemo a eso judio puto".- Pongo cara de poco convencido y me marcho.
De la potencia al acto la causa eficiente hecha mano de los sonidos, labura en la causa formal para que nosotros bailemos de fibre la causa final:
En el subte leemos al poeta que penetra al Modelo y lo resignifica haciéndolo estallar por dentro. Regalémonos un poco de él:
Las mujeres son entes absolutamente extraños y más unánimes que la unánime noche. Seres extraños que habitan este mundo y lo hacen extraño y nos sumen siempre en la extrañeza. No tienen pene pero lo tienen. Escondido. Y, además, reglan. Y cuando no reglan es casi seguro que se han puesto a engendrar. Son seres con cordón umbilical y el progenitado es umbilicado por ese cordón durante toda su vida sin que alcance a darse cuenta, o alcance a darse cuenta cuando ya es demasiado tarde. Esposa al progenitor y umbilica al progenitado que, siendo suyo, puede no serlo de su esposado. Uno abre a una mujer y le salen grititos. Y luego gritos. Y luego alaridos. Y usted no sabe bien lo que le pasa. Y aunque lo sepa está ahí corcoveando sobre ella pero ajeno a todas esas extrañas manifestaciones de la mujer abierta. Ha ocurrido un terremoto, la tierra se ha sacudido, el techo está a punto de venirse abajo y nosotros, cuando todo ese cataclismo terminó, solo atinamos a preguntar: ¿Gozaste querida?¿Acabaste querida? Sí, sí.¿Pero gozó?¿Pero acabó? Nunca lo sabremos. No tienen testículos pero los tienen. Escondidos. Eyas son penetrables, pero cuanto más penetrables son más impenetrables son. Hable bajo ingeniero que si eyas nos escuchan entonces sí que no habrá culación nunca jamás. Al menos, ahora, nos queda la esperanza, ingeniero. Tiene razón, eyas tienen un sexto sentido - otra extrañeza más, y no la menos importante, por cierto - que les permite oir lo que no han oído, adivinar lo que se pretende que permanezca oculto para ellas. Se lo leen en la cara. Bórreselo del rostro, ingeniero. Cuando llegue de vuelta a su casa lo primero que hace antes de entrar es borrárselo de la cara con una buena goma de borrar rostros. De acuerdo, de acuerdo. Impenetrables aunque se las penetre: se lo estoy diciendo a volumen mínimo.
Cuando llegamos al trabajo, nos pasamos la mañana escribiendo esto que ahora leemos.
Habíamos descuidado un poco el plan vitalista. Pasaba sencillamente que desde hacía un tiempo lo que nos ponía contentos era lo mismo que nos tiraba. Pero si nos quedamos descansando un día en casita salen otras cosas, capaz que tropezamos en sueños con la llama violeta.
La cosa fue así: martes a la noche, facultad hasta las once, después cumpleaños de Leo, comilona, vinito, cerveza, etc... miércoles dormimos hasta las 16 y a la noche de nuevo facultad (un día cortito)
Jueves, nos levantamos bien temprano porque tenemos Filosofía a las 7. Encaramos el amanecer y hace falta empezar tranquilos: cuando Juanica y Chan Chan / en el mar cernian arena / como sacudía el jibe / a Chan Chan le daba pena
Cruzamos en bondi el puente de San Martín y miramos. Observamos todo un paisaje de azoteas, montón de cables, antenas, mucho gris y sombras que se guarecen del naciente. Vemos más. Recorremos el impacto del progreso que se deja desenrrollar como una alfombra al costado de las vías en hilera de casillas improvisadas. La lechería ha ido creciendo. Desde hace un tiempo los cartoneros son nuestros vecinos y las vías buscan presurosas el Oeste.
En la clase nos enteramos de cosas nuevas. Más que la división entre mundo inteligible y sensible, nos reconforta saber que el Diógenes de los chistes de Clarín se llama así por un filósofo cínico. Cuentan algo de ese cinismo y nos sentimos un poco en evidencia y otro poco estúpidos. Hay dos chicas lindas, pero de esas que son lindas y leves como para construirnos amores platónicos?; de esta manera se va repartiendo nuestra atención.
De la potencia al acto nos retiramos del aula y nos dirigimos al trabajo. La mañana ya está hecha y es un día luminoso. Hagamos una parada en la pizzería de la esquina de Chacarita. Ahí somos atendidos por alguien con un gorrito triangular de cafetero, pedimos un café con medialunas para tomar de parado en la barra mientras observamos a los viejos habitués del lugar iluminados por los esplendores del acero inoxidable que recubre todo el lugar. Servido nuestro café, suena hermoso el golpear del platito contra la barra inoxidable. La barra inoxidable empina su humeante feca a nuestro lado cuando nosotros pedimos una y una empezando por la de grasa.
Me parece ver que el que me atiende tiene tatuado en su antebrazo derecho una esbástica tumbera. Armo rápido una escena: el tipo es hincha de Chaca, llega todos los días a laburar bien temprano desde San Martín en el Urquiza, cruza Lacroze y al toque ya está lavando tazas y sirviendo cafes con medialunas. Una noche de excesos previa a un clásico en una casa suburbana lo encuentra exaltado, pidiéndole a un compañero un favor siniestro. "escrachame acá una ebástica que mañana lo cojemo a eso judio puto".- Pongo cara de poco convencido y me marcho.
De la potencia al acto la causa eficiente hecha mano de los sonidos, labura en la causa formal para que nosotros bailemos de fibre la causa final:
Siguelafiestanocheyoquierobailaaaar bailaestacumbiabienpegaoconmimujeeeeer bebermitragotranquilobailandoritmolatino GOZÁNDOLO asiesquevivoyoooo
En el subte leemos al poeta que penetra al Modelo y lo resignifica haciéndolo estallar por dentro. Regalémonos un poco de él:
Las mujeres son entes absolutamente extraños y más unánimes que la unánime noche. Seres extraños que habitan este mundo y lo hacen extraño y nos sumen siempre en la extrañeza. No tienen pene pero lo tienen. Escondido. Y, además, reglan. Y cuando no reglan es casi seguro que se han puesto a engendrar. Son seres con cordón umbilical y el progenitado es umbilicado por ese cordón durante toda su vida sin que alcance a darse cuenta, o alcance a darse cuenta cuando ya es demasiado tarde. Esposa al progenitor y umbilica al progenitado que, siendo suyo, puede no serlo de su esposado. Uno abre a una mujer y le salen grititos. Y luego gritos. Y luego alaridos. Y usted no sabe bien lo que le pasa. Y aunque lo sepa está ahí corcoveando sobre ella pero ajeno a todas esas extrañas manifestaciones de la mujer abierta. Ha ocurrido un terremoto, la tierra se ha sacudido, el techo está a punto de venirse abajo y nosotros, cuando todo ese cataclismo terminó, solo atinamos a preguntar: ¿Gozaste querida?¿Acabaste querida? Sí, sí.¿Pero gozó?¿Pero acabó? Nunca lo sabremos. No tienen testículos pero los tienen. Escondidos. Eyas son penetrables, pero cuanto más penetrables son más impenetrables son. Hable bajo ingeniero que si eyas nos escuchan entonces sí que no habrá culación nunca jamás. Al menos, ahora, nos queda la esperanza, ingeniero. Tiene razón, eyas tienen un sexto sentido - otra extrañeza más, y no la menos importante, por cierto - que les permite oir lo que no han oído, adivinar lo que se pretende que permanezca oculto para ellas. Se lo leen en la cara. Bórreselo del rostro, ingeniero. Cuando llegue de vuelta a su casa lo primero que hace antes de entrar es borrárselo de la cara con una buena goma de borrar rostros. De acuerdo, de acuerdo. Impenetrables aunque se las penetre: se lo estoy diciendo a volumen mínimo.
(de La experiencia de la vida)
Cuando llegamos al trabajo, nos pasamos la mañana escribiendo esto que ahora leemos.
3 Comments:
Quién escribió La experiencia de la vida?
...tarea para el hogar
Debí haberlo imaginado...
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