El Diletante Guacho Fané

En el seno del sufrimiento hallé el sendero secreto del deleite...

miércoles, marzo 19, 2008

vindicación de la falopa




CARTA A LA MADRE DE UN TOXICÓMANO

No hay drogas buenas y malas,
sino usos sensatos o insensatos de las mismas.


Muy señora mía:

Comprendo y comparto sinceramente el sentimiento de impotencia que le impulsa a formar grupos de protesta y manifestarse por las calles pidiendo soluciones para un asunto que empeora cada día. Por eso mismo le propongo detenerse un momento a reflexionar, ya que no conocemos una cosa simplemente por padecerla en nuestra carne, sino cuando llegamos a entender de dónde nace.
A usted, la propaganda oficial le ha dicho que hay, por una parte, La Droga y por otra parte las medicinas de la farmacia, y por otra los productos vendidos en las tiendas de alimentación y los estancos. Unos llevan a la muerte, otros a la vida y los terceros son cosa distinta.
Me atrevo a sugerirle que ideas de este tipo sólo empiezan a parecer reales cuando decidimos creer en ellas. La heroína, que simboliza hoy el Mal, nos sirve de perfecto ejemplo. Es un opiáceo, y el opio fue usado como bendición de Dios por todos los médicos desde hace 4.000 años hasta hace unos pocos.
Sus derivados son, desde luego, drogas de delicado manejo. Fíjese, con todo, que mientras fueron legales no produjeron un sólo caso de sobredosis accidental, mientras ahora matan involuntariamente a cientos de jóvenes cada año; y fíjese también en que mientras fueron cosas decentes, puras y baratas sus consumidores eran gente mayor. Lanzada por la casa Bayer al mismo tiempo que la aspirina, su otro gran descubrimiento, la heroína se recomendaba hasta para calmar los nervios y la tos de los niños pequeños.
Querría hacerle ver, señora, que si esa sustancia resulta hoy diabólica es porque algunos venden lucrativamente infiernos a los demás, pero también porque en alguna medida la declaramos diabólica nosotros mismos, que no sabemos vivir sin un Satanás u otro y lo encontramos en terrenos tan neutros como la química. La tragedia ocurre cuando alguno de nuestros hijos —en la edad más difícil, cuando su carácter aún no se ha formado— deciden creer la fantasías de sus padres.
¿Por qué se la creen? Observe que no sólo tiene la fascinación de lo prohibido, sino una triste aunque innegable ventaja. Obtener el estatuto de endemoniados (colgados) les libera de ese aprender a sacrificarse y acumular para otros que marca el comienzo de la madurez, les libera de asumir responsabilidades por los actos propios. Sin darnos cuenta, al aceptar que existiera una sustancia capaz de anular diabólicamente la buena voluntad ofrecimos a nuestros hijos una coartada y un papel. Coartada para la falta de virtud y papel para la falta de paradero.
Hay algo que usted sabe y parece estar olvidando constantemente. A su hijo le cuesta 20.000 pesetas el gramo de unos polvos que —según declaraciones oficiales— tienen el 5% de lo que pretenden, cuando mucho el 10%. ¿Podría padecer un marido o un hijo alcohólico si —por razones de precio y pureza— sólo lograra beber al día de anís o coñac lo que cabe en un dedal de costura? Cuando le dijera que necesitaba el dinero de la compra o el del alquiler para conseguir su dedal de licor de cada día ¿qué le respondería? Y cuando le viera morir por beberse un centilitro de eso, ¿le echaría usted la culpa al anís o al coñác en general?
Dentro de su penosa situación, señora, le sirve de consuelo pensar que la heroína es algún tipo de cuerpo maléfico que basta mirar para quedar enganchado irresistiblemente. Su hijo, un pobre incauto, quiso probar nada más y desde ese preciso instante se convirtió en víctima justificada para robar o hasta matar, y desde luego para declararse parásito perpetuo.
Pero la heroína, que sienta casi siempre muy mal las primeras veces, no empieza a adiccionar antes de pasar dos semanas usando un cuarto de gramo diario (si lo duda usted, pregunte a un médico competente). E incluso entonces, la reacción de abstinencia no resulta más incómoda que una suave gripe durante un par de días. Para adiccionarse realmente se necesitan al menos dos meses de uso cotidiano. Por otra parte, lo más probable es que su hijo no conozca realmente la heroína, sino una forma tosca y rebajada de morfina, rebajada tan brutalmente que para poder depender a nivel físico de ella necesitaría casi cuatro gramos diarios, y usted sabe que no toma más de un cuarto, cuando llega a tanto; y yo le añado que si tomase la cantidad requerida para convertirse en un verdadero adicto moriría de inmediato por efecto del sucedáneo. Extraiga usted misma las consecuencias. El esfuerzo de las autoridades por crear algo diabólico ha desembocado en la aparición de un ejército dirigido por asesinos, aunque reclutado entre farsantes e ilusos, que, a cambio del estigma y el envenenamiento con matarratas y maizena compran irresponsabilidad. El sistema vigente impone lo uno y vende lo otro. Mientras las fuerzas del orden se desmoralizan, y mientras el estado de cosas enriquece a un grupo creciente de personas que viven muy bien de defender, tratar o reprimir un mal inventado por la prohibición, usted, yo y los demás cabezas de familia somos el público que paga.
¿Qué hacer?. Como los Estados prefieren seguir mintiendo, sólo nos queda defender la verdad en este asunto, tan recubierta de ignorancia e interesados mitos. La verdad, señora, es que no hay drogas buenas y malas, sino usos sensatos e insensatos de las mismas (como pasa con las armas de fuego, la energía nuclear y tantas otras cosas), que el uso sensato es infinitamente más probable cuando no hay mercado negro y que la ilegalización estimula toda suerte de abusos. La verdad es que no depende tanto de la (supuesta) heroína como de las condiciones impuestas a su consumo el que sea un vicio pagado con una abyecta vida y una abyecta muerte. La verdad es que había mil veces menos adictos-delincuentes cuando los médicos podían recetar opiáceos. La verdad es que curar la heroinomanía con metadona es como curar al alcohólico de whisky con ginebra y mucha hipocresía. La verdad es que el remedio puesto en práctica está agravando la enfermedad con ofertas de nuevos planes que son caricaturas del más fracasado y viejo, pues la receta de aumentar los castigos —incluso aplicando el de muerte— sólo logra encarecer aún más el producto, aumentando el negocio y consiguiendo que sea vendido por menores de edad, únicos irresponsables a nivel penal.


Coartada
Fíjese que tampoco sirve proponer subvenciones y empleos a las personas por el mero hecho de declararse heroinómanos. Estas medidas estimularían inmediatamente a muchos pobres, parados e infelices a poner los medios para declararse tales, multiplicando la cantidad de personas acogidas a la coartada y el papel de irresponsables víctimas. A usted y a mí nos queda el consuelo de pensar que el asunto es planetario. Pero el mal de muchos no dejará de ser consuelo para tontos. Nuestros protectores corrompen la sociedad en nombre de la salud pública, permitiendo que se venda basura a precios astronómicos, creando cofradías draculinas que dan de comer a mangantes y criminales y fundando una casta a quien la policía protege bajo la categoría de confidentes, aunque en privado les llame gusanos, por aquello de hacer posible una pesca. Es esa canalla quien controla hoy el mercado de todas las drogas ilegales.
Ya verá usted cómo en las próximas elecciones todos los partidos le piden el voto con grandes promesas, después de apoyar hace poco en las cortes aquello que hace crónico el actual estado de cosas. Quizás le he dicho cosas que preferiría no saber, que apartaría como fuere de su mente. Pero me pregunto si quienes le dicen lo que querría oír no serán quienes defienden la auténtica causa de sus desdichas.


Antonio Escohotado
El País, 23 de mayo de 1988, pág. 32
http://www.escohotado.org

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Carta al señor Legislador de la ley sobre Estupefacientes
A. Artaud, en El ombligo de los limbos

Señor Legislador de la ley de 1916, aprobada por el decreto de julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un castrado.
Tu ley no sirve más que para fastidiar la farmacia mundial sin provecho alguno para el nivel toxicómano de la nación
Porque
1ro El número de toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo
2do Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en las farmacias
3ro Los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos
4to El número de toxicómanos enfermos es ínfimo en relación a los toxicómanos voluptuosos
5to Las restricciones farmacéuticas de la droga no reprimirán jamás a los toxicómanos voluptuosos y organizados
6to Habrá siempre traficantes
7mo Habrá siempre toxicómanos por vicio de forma; por pasión
8vo Los toxicómanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imprescriptible, que es el que se los deje en paz.
Es por sobre todo una cuestión de conciencia.
La ley sobre estupefacientes pone en manos del inspector-ursurpador de la salud pública el derecho de disponer del dolor de los hombres; en una pretensión singular de la medicina moderna de querer imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los balidos oficiales de la ley no tienen poder de acción frente a este hecho de conciencia: a saber, que, más aun que de la muerte yo soy el dueño de mi dolor. Todo hombre es juez, y juez exclusivo de la cantidad de dolor físico o cantidad de vacuidad mental que pueda honestamente soportar.
Lucidez o no lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad me arrebatara jamás, es aquella que dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitirán recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos pedantes roñosos: hay una cosa que ustedes debieran considerar mejor: el opio es esta imprescriptible e imperiosa sustancia que permite retornar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, médica, psicológica, lógica o farmacéutica, como ustedes quieran.
La angustia que hace a los locos
La angustia que hace a los suicidas
La angustia a los condenados
La angustia que la medicina no conoce
La angustia que vuestro doctor no entiende
La angustia que quita la vida
La angustia que corta el cordón umbilical de la vida. Por vuestra ley inicua ustedes ponen en manos de personas en las que ni tengo confianza alguna, castrados en medicina, farmacéuticos de porquería, jueces fraudulentos, doctores, parteras, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que en mi es tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire, llegar a una evaluación de mi dolor mas precisa que aquella fulminante de mi espíritu!
Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser.
Soy el único juez de lo que esta en mí.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos parásitos, y tú también, Señor Legislador Moutomier, que no es por amor de los hombres que deliras, es por tradición de imbecilidad. Tu ignorancia de aquello que es un hombre solo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo.
Deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos y toda tu posteridad. Y mientras tanto soporto tu ley.

2 Comments:

Blogger Horacio Gris said...

Bueno, es un tema interesante. Me gustó mucho lo del amigo Artaud, obviamente lo que más me llamó la atención es la parte en la que habla de la angustia y del autoconocimiento. Igualmente cuando algo entre en el orden de la compulsión, deja de ser deseo y se convierte en en una demanda externa...yo creo que ahí hay un punto de "intervención"...pero bueno, puede que también digo esto porque soy un retrógrado y el Estado no me parece algo "malo".

nos vemos

1:22 a. m.  
Blogger AbrazoLasSombras said...

no, está bien lo que decís, y coincidimos en cierta parte positiva del Estado. pero creo que vos conocés mejor que yo el desarrollo de la microcapilaridad de los dispositivos de poder, y de como llegan a intervenir en los cuerpos. de la piel para adentro mando yo, dice Escohotado.
aparte es un tema que está rodeado de ignorancia, miedo mítico y moral espantosa.

porque una cosa es la aspiración cientifica de conocimiento, y otra cuando la ciencia se utiliza como un medio con fines de control. entre lo primero se encuentra todo el desarrollo que hace este nuevo conocido para mi, Escohotado. un gran pensador que no agota su campo de intereses en este asunto, pero uno de los pocos que le dedica un tratamiento serio.

por otra parte, está claro que no dedicarle este tratamiento serio sirve, como dice este tipo, para introducir el mercado negro y hacer circular basuras como el paco que caen en manos de pibes desesperados, manteníendolos sumisos o generando un estado de cosas tan lamentable como el que provoca que todos los blumbergs y demases salgan a pedir más policia en las calles. la policía y los narcotraficantes son lo mismo, una gran empresa

12:20 p. m.  

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